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El efecto ancla y la inflación

Hace unos años se realizó un experimento con dos grupos de jueces. A todos se les daba, por separado, el mismo caso. A la mitad se les recomendaba una sentencia muy baja y a la otra, una sentencia mucho más elevada, pero se les daba libertad absoluta para decidir. El resultado es que los primeros emitieron una condena, de media, muy inferior a los segundos.

Esto no es un problema que sufran solo los jueces. El cerebro utiliza los datos más recientes como punto de partida sobre el que hacer aproximaciones, cuando le falta información. Y lo hace inconscientemente, sin evaluar si el punto de partida tiene sentido o no (¡el experimento de antes lo repitieron tirando un dado antes de tomar la decisión, y el número que salía en el dado también tenía influencia en la sentencia final!). De hecho, también se utiliza como táctica de venta. Tengan cuidado si van a comprar algo y primero les enseñan los “mejores” productos, y después otros en que la “relación calidad precio” es sensacional. Si no tenemos otras referencias (internet les complica mucho la vida a los vendedores), nuestro cerebro toma los primeros precios como referencia, y los segundos, aunque quizá también sean carísimos, no nos lo parecerán tanto.

Nos ocurre algo similar, ahora, con los tipos de interés. Desde 2008 hasta hace poco, la gran mayoría del tiempo han estado a cero (o en negativo). Ahora que se pueden obtener, en varios instrumentos, tipos positivos, nos tienta muchísimo conformarnos. El problema es que nuestro cerebro lo compara con el cero, es decir, con nada. Por supuesto que, por irrisorio que sea, cobrar algo es mejor que nada. Pero esto nos hace tomar malas decisiones. Normalmente, los tipos no han sido de cero (esta última década es una anomalía, desde el punto de vista histórico).

Ahorrar no es más que posponer consumo para el futuro. Tenemos dinero y decidimos hacer el esfuerzo de guardar un poco para más adelante. Para realizar las vacaciones soñadas, o para la jubilación, o para la universidad de nuestros hijos. No hay que olvidar que todo lo anterior tendremos que hacerlo con los precios del futuro, no los de hoy. Si el precio de los vuelos o universidades se doblan (así ha sido, de hecho, en menos de dos décadas), y nuestros ahorros no, habremos hecho muy mal negocio.

Desgraciadamente, la inflación de los próximos años, en promedio, casi seguro será mucho mayor de lo que ha sido desde principios de siglo. Varios factores que mantenían la inflación controlada se han invertido y actúan en dirección contraria. Da para otro artículo y explicarlo bien, pero quizá uno de los factores más poderosos es la reversión de la globalización, que entre otras cosas, presionan el mercado laboral en muchos países (hay escasez de mano de obra, en muchos sitios). Los precios se verán presionados también por cantidades enormes de inversión, tanto pública como privada, que deberán acometerse en los próximos años. Hay que invertir mucho dinero en la transición e independencia energética (a menudo la misma cosa), en automatización y en inteligencia artificial, por poner algunos ejemplos. Así pues, la inflación, casi seguro, será superior de media a los tipos que podemos obtener en productos que nos pagan un cupón fijo sin demasiado riesgo.

¿Qué hacemos entonces? Observando series históricas muy largas, en vez de los datos recientes con los que el cerebro se deja engañar, podremos tomar mejores decisiones. Desde 1800, de media, la renta variable ha dado anualmente casi un 7 %, descontada la inflación (más del doble que la siguiente alternativa). Tiene una explicación. Hay empresas (¡no todas, hay que escoger bien!) que pueden subir precios de lo que venden, sin perder clientes, cuando los costes les suben. Seleccionando bien, y prestando mucha atención al precio de entrada, no es de extrañar que sean la mejor fórmula para proteger (e incrementar) nuestros ahorros, con el tiempo. Siempre, eso sí, con el porcentaje que toque en nuestro perfil de riesgo. Si no, inevitablemente, cuando haya bajadas de la bolsa (que seguro las habrá, periódicamente) nos dará dolor de estómago y querremos vender en el peor momento.

En definitiva, aunque nos tienten muchas soluciones de tipo fijo, piensen que es posible que el efecto ancla les esté jugando una mala pasada. La inflación es el enemigo a vencer, para cualquier ahorrador.

Article publicat al Diari d’Andorra 21.12.2023

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Escrito por
Autor post
David Macià
Director de Inversiones y Estrategia de Mercados de Creand Asset Management en Andorra.